Lenguaje: Consejos vendo y para mí no tengo
Seguramente el nuevo Diccionario panhispánico de dudas (DPHD para los amigos) sea uno de mis regalos de Navidad; su predecesor más conocido, el venerable Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco («la mejor obra de consulta con la que cuenta nuestra lengua», según comentaba José Antonio Millán cuando apareció su última edición, en 1998), me ha sacado de más de un apuro. De todas formas, como no he tenido aún ocasión de echarle un vistazo, no me he formado una opinión sobre él.
Sin embargo, lo que sí puedo decir es que parece que en la editorial Santillana, encargada de la publicación y promoción del Diccionario, tampoco lo han leído. En este caso bien se podría decir que «en casa del herrero, cuchillo de palo»; según contaba Manuel Rodríguez Rivero en el suplemento cultural de ABC del pasado sábado,
En fin, nobody is perfect.
Tal vez la Academia ha cambiado su actitud hacia los anglicismos, tradicionalmente negativa, por una más tolerante. Al fin y al cabo, como recordaba ayer Trevor Kalebeul, todo el vocabulario empleado en el siguiente texto está bendecido por la docta casa:
Un monumental ejercicio de pedantería, sin duda, pero dentro de los límites del DRAE.
[1] Al parecer, la cita original procede de un artículo de Antonio Marayo publicado hace al menos dos años en el diario asturiano La Nueva España, pero el enlace incluido aquí no funciona.
Sin embargo, lo que sí puedo decir es que parece que en la editorial Santillana, encargada de la publicación y promoción del Diccionario, tampoco lo han leído. En este caso bien se podría decir que «en casa del herrero, cuchillo de palo»; según contaba Manuel Rodríguez Rivero en el suplemento cultural de ABC del pasado sábado,
[...] no vayan a creer que la colaboración con la docta casa académica (hoy hispánicamente globalizada) que dicta la norma del idioma impide que los responsables de mercadotecnia de Santillana se repriman lo más mínimo a la hora de emplear su jerga vendedora, no. Así, descubrimos en el dicho folleto que en la campaña de marketing y promoción del Diccionario van a utilizar, por ejemplo, sales folders, en lugar de carpetas, y displays en vez de expositores. Menos mal que a los atriles no les llaman lecterns o book rests. Por cierto que, en el mismo anuncio, se dice que uno de los objetivos del DPHD es «prestar atención a los neologismos, sobre todo a los anglicismos que cada día aparecen y se multiplican, para ofrecer una respuesta unitaria y consensuada por todas las Academias de la Lengua Española». Supongo que cuando el folleto le llegue a mi admirado Víctor García de la Concha -máximo artífice de los acuerdos con Santillana que enviaron a Espasa al área de descanso-, le subirán los colores a sus académicos carrillos.
En fin, nobody is perfect.
Tal vez la Academia ha cambiado su actitud hacia los anglicismos, tradicionalmente negativa, por una más tolerante. Al fin y al cabo, como recordaba ayer Trevor Kalebeul, todo el vocabulario empleado en el siguiente texto está bendecido por la docta casa:
Una señora deja su bolso de nobuk en el clóset del hall del club empresarial donde voy a dar un speech. En el living me saluda el presidente de un holding que fabrica chips, y me presenta al director de marketing, el cual afirma trabajar full time y manifiesta estar obsesionado por el exceso de stocks, por lo que ha decidido montar un stand en la feria sectorial. [1]
Un monumental ejercicio de pedantería, sin duda, pero dentro de los límites del DRAE.
[1] Al parecer, la cita original procede de un artículo de Antonio Marayo publicado hace al menos dos años en el diario asturiano La Nueva España, pero el enlace incluido aquí no funciona.
Los diccionarios deben corregirse de manera constante, al igual que los mapas (I dizionari vanno continuamente corretti, come le carte geografice). (Carlo Dossi)
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