Lenguaje: Fernando Corripio y su Diccionario de ideas afines
El humorista gráfico Romeu publicó ayer, 21 de septiembre, esta viñeta en El País, y al verla no he podido evitar reír a carcajadas durante un buen rato, aunque por motivos diferentes a los que, sin duda, su autor pretendía.
Me explico. Romeu se refiere al Diccionario de ideas afines, del lexicógrafo y traductor Fernando Corripio Pérez, publicado en 1983 y reeditado siete veces desde entonces. Según parece, es muy popular entre periodistas, escritores y guionistas (ha vendido unos 20.000 ejemplares), pero también tiene sus detractores; Manuel Seco, una de las voces más autorizadas de la lexicografía en lengua española (y autor del imprescindible Diccionario de Dificultades del Español), no lo tiene en demasiada estima «porque ese tipo de diccionarios son radicalmente inexactos». No puedo opinar sobre la obra de Corripio porque nunca la he utilizado, pero sí he trabajado con el Diccionario ideológico de la lengua española, de Julio Casares (el Casares, para entendernos), y dudo mucho que otro similar le supere en ningún aspecto.
El caso es que Romeu, un prototipo de progresismo y corrección política (como cualquiera que siga habitualmente sus viñetas puede atestiguar), publicita un diccionario que asocia el concepto «homosexual» a los de «pervertido, vicioso, depravado, anormal, desviado, corrompido, degenerado, pedófilo o puto», el de «homosexual hombre» al de «nefandario» (persona que comete el "pecado del que no se puede hablar sin repugnancia u horror") -y también con «sarasa, marica, maricón, cacorro, bujarrón o puto»- y el de «homosexual mujer» a los de «pervertida, viciosa o invertida» (además de con «lesbiana, tortillera, bollera, sáfica o tríbada»). Ups.
En octubre del año pasado, el colectivo de gays y lesbianas Casal Lambda de Barcelona exigió a la editorial Herder la retirada del diccionario, por considerar que éste «no sólo es denigrante para las personas con esta condición sexual, sino que la relación ideológica de la entrada "homosexual" con las de "pervertido, vicioso, depravado, anormal, desviado o corrompido" podía ser considerada delito penal». Corripio negó en la introducción a su obra que se tratara de un diccionario de sinónimos, sino «de una obra de alcance mucho más amplio y ambicioso, que abarca no sólo voces sinónimas, sino en especial otras temáticamente relacionadas pero que pueden en su semántica no tener nada que ver con aquellas». Sin embargo, el argumento no convenció al Casal Lambda. El editor Raimund Herder se disculpó y anunció que la distribución del libro no continuaría (si se busca en la página web de la editorial no aparece) y que la próxima edición será «revisada no sólo en las entradas relacionadas con la homosexualidad, sino en su conjunto». La noticia completa aquí (Terra Actualidad - EFE) y aquí (El País).
(Por cierto, la entrada «judío» tiene asociados los conceptos «mezquino» y «avaro». El País lo menciona y sugiere que se revise, pero nadie más parece haberse quejado.)
Este asunto podría dar pie a una reflexión sobre un asunto que ha saltado a la opinión pública varias veces en los últimos meses: ¿pueden los autores de diccionarios recoger definiciones que resulten ofensivas para determinados colectivos? Queda pendiente para otro día.
Esta historia tiene un epílogo chusco, que Álex Grijelmo citó en una conferencia pronunciada poco después en Guadalajara (México) como ejemplo de mala práctica periodística. Durante días, los medios de comunicación intentaron sin éxito localizar a Fernando Corripio. Como había vendido todos los derechos de su diccionario a la editorial Herder en 1985, esta no mantenía ningún contacto con él. Andrea Rizzi, en El País, lo explicó así:
El gran ausente del debate es, naturalmente, Fernando Corripio. «Hemos intentado contactar con él durante estas semanas, pero no lo hemos logrado», cuenta [Raimund] Herder. Este periódico ha intentado localizar el autor también por otras vías, sin conseguirlo.
Lógico que no lo consiguieran. Según publicó El Mundo a los pocos días, Corripio había fallecido en 1993.
Si los hombres entendieran bien los peligros que implica el uso de ciertas palabras, los diccionarios en las vitrinas de las librerías llevarían una faja roja con la frase: 'Explosivo... manejar con cuidado' (Si les hommes comprenaient mieux les dangers que comporte l'emploi de certains mots, les dictionnaires, aux devantures des librairies, seraient enveloppés d'une bande rouge: 'Explosifs. A manier avec soin'). (André Maurois)
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