Las palabras son pistolas cargadas

jueves, octubre 12, 2006

Lenguas: 12 de octubre

La conmemoración de hoy provoca sentimientos encontrados, tanto en España como en Latinoamérica. No es de extrañar. Es una de las pocas fechas en las que se produce un golpe de timón que cambia por completo el rumbo de la Historia. Y todo cambio de rumbo histórico es siempre polémico, porque, visto desde nuestra perspectiva actual, produce ganadores y perdedores.

La conquista y colonización de las Américas, como cualquier obra humana, presenta luces y sombras: heroísmo y crueldad, exploración y saqueo, generosidad y fanatismo, mestizaje y destrucción cultural... Un ejemplo: el mismo obispo Diego de Landa que hizo destruir innumerables códices mayas por considerarlos obras del diablo, escribió después la Relación de las cosas de Yucatán, un registro de la cultura maya que ha permitido a los investigadores contemporáneos descifrar los glifos de sus monumentos. Por tanto, es absurdo ver este episodio histórico sólo como un genocidio y explotación inmisericordes de los pueblos indígenas, o sólo como una magna obra civilizadora. Es necesario, a ambos lados del Atlántico, estudiarlo sin prejuicios y asumirlo; no tiene sentido renegar de él y soñar con una edad de oro que nunca existió o glorificarlo como un triunfo de la civilización y el cristianismo.

Así que ni Día de la resistencia indígena ni Día de la Raza. Lo que en realidad se conmemora (o debería conmemorarse) hoy es la fundación de una de las comunidades lingüísticas y culturales más importantes del planeta. Y de lo que no cabe duda alguna es de que, sin ella, el mundo de hoy sería muy diferente.

Nadie lo ha expresado mejor que Pablo Neruda:

Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... que ellos traían en sus grandes bolsas... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, del los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes.... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.

(Confieso que he vivido. Memorias)

(Por cierto, tal día como hoy hace setenta años, precisamente en una conmemoración del «Día de la Raza», Don Miguel de Unamuno pronunció en el paraninfo de la Universidad de Salamanca sus inmortales palabras contra el matarife Millán-Astray y los corifeos que le acompañaban en ese acto, contra la sublevación franquista, contra el baño de sangre que la nación estaba sufriendo en esos momentos y, en definitiva, contra la parte más negra del alma de España:

A veces callar significa mentir; porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia [...] Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de «¡Viva la muerte!». Esto me suena lo mismo que ¡muera la vida! Esta ridícula paradoja me parece repelente. [...] ¡Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto [...] Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.

Bien hizo honor Don Miguel a su divisa: «Primero la verdad que la paz».)

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