Traducción: Ryszard Kapuściński sobre culturas, traducción y traductores | Ryszard Kapuściński on cultures, translation and translators
La guerra es un desastre. Siempre. El pensamiento que defiende la guerra como una solución no tiene en cuenta los cambios ocurridos en el mundo del siglo XX. Yo he sido cronista del mundo que surgió del colonialismo, del llamado Tercer Mundo, del fortalecimiento de culturas no europeas, y recuerdo cuando África o Asia tenían todavía un gran complejo de inferioridad frente a Occidente, una tremenda humildad. ¡Ahora las cosas han cambiado! Cuando viajas por el mundo descubres numerosas civilizaciones orgullosas de su identidad, el islam, el hinduismo, los indígenas latinoamericanos, los chinos. Todos ellos están dispuestos a defender su identidad, a subrayar sus propios valores. Piden un lugar en la gran mesa del mundo al que también pertenecen. Es una situación completamente nueva. Recientemente visité Jartum, la capital de Sudán. La primera vez que estuve en Jartum fue hace cuarenta años. Entonces parabas a un taxista y le explicabas en inglés adónde querías ir, y él te llevaba. Ahora el taxista no habla inglés y no conoce ningún idioma europeo. No le interesa. No se lo han enseñado en el colegio. Y yo me veo obligado a buscar a los taxistas ancianos...
[Entrevista con Bru Rovira. «Europa debe escoger entre tener una posición importante en el mundo o convertirse en un museo», Magazine – La Vanguardia, 29/12/2002]
Para definir mi oficio, el calificativo que más me gusta es el de traductor. Pero no de una lengua a otra, sino de una cultura a otra. Ya en 1912, Bronisław Malinowski advirtió que el de las culturas no es un mundo jerarquizado (una auténtica blasfemia a los ojos de todo eurocéntrico), que no existe tal cosa como una cultura superior y otra inferior, que todas, aunque diferentes, están en pie de igualdad. Sus conclusiones cobran fuerza hoy en día, en este mundo nuestro tan polifacético y diversificado cuyas culturas se penetran y entrelazan cada vez más. El reto consiste en lograr que sus relaciones no se fundamenten en principios de dependencia y subordinación, sino de entendimiento mutuo y de diálogo entre iguales. Sólo entonces daremos una oportunidad a que la buena fe y la voluntad de comprender al otro triunfen sobre los odios y conflictos que sacuden a la familia humana. En mi diminuto, microscópico, campo de trabajo de reportero, me gustaría aportar un granito de arena a este triunfo. Por eso escribo.
[«Por qué escribo», Gazeta Uniwersytecka, n.º 2, 1997]
Los autores debemos mostrarnos humildes y tener siempre presente que un libro nuestro editado en otra lengua lo firmamos sólo a medias. Magnífico representante de la cultura del siglo XXI, que será el siglo de la traducción, Anders Bödegård es un ejemplo de todo ese gremio de traductores a los que conocemos muy poco porque a menudo quedan eclipsados por el nombre del escritor. Y, sin embargo, sin ellos la literatura universal no existiría. (…)
Entramos en un mundo multicultural, multilingüe, y los traductores no sólo vierten la literatura de una lengua a otra, sino que gracias a ellos nos aproximamos los unos a los otros. El mundo actual es inconcebible sin ellos. Su papel es fundamental para el futuro de este mundo nuestro porque los que lo habitamos nos tenemos que entender, a pesar de que este entendimiento no parezca hoy nada fácil. Y no sólo por razones ideológicas. También es un problema de comunicación intercultural. No apreciamos en su justa medida, creo yo, el hecho de que la literatura extranjera que conocemos sólo en un cincuenta por ciento está escrita por los «autores». La otra mitad es obra del traductor. Por eso rindo este homenaje: sois vosotros los que traducís el mundo.
No podríamos, repito, existir sin ellos. Igual que muchos magníficos autores del presente y del pasado que «no existen» porque no están traducidos y sólo los puede apreciar un círculo limitado de lectores. Anders fue mi tabla de salvación sueca: las primeras traducciones de mis libros que aparecieron en su país se habían hecho del inglés, por lo que no dejaban de ser productos «de segunda mano». Él consideró que debía intervenir para remediarlo y no ha parado hasta conseguir su propósito. Se puso a traducir y mis libros empezaron a «funcionar» en Suecia.
[«Sois vosotros los que traducís el mundo», intervención en la mesa redonda Reportero – traductor – testigo; Gazeta Wyborcza, 17-18/01/2004]
Estas tres citas del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuściński se incluyen en El mundo de hoy, una antología de sus textos editada, prologada y traducida por Agata Orzeszek (Barcelona, Anagrama, 2004); páginas 50-51, 53 y 95-96 respectivamente.