En los archivos de una filmoteca, una rata está dando buena cuenta de un rollo de celuloide. Otra rata se acerca:
-¡Hola! ¿Qué película es?
-Lo que el viento se llevó.
-¿Qué tal está?
-Psé, me gustó más el libro.
¡No, por favor! ¡No salgan huyendo! Ya sé que el chiste es muy malo, pero no pude resistir la tentación de incluirlo en un
post dedicado a la adaptación para el cine de obras literarias...
Suele suceder que los lectores de una novela queden defraudados, como la rata de la filmoteca, al verla en la pantalla. No soy cinéfilo, pero recuerdo muchas películas fallidas basadas en un excelente material de partida, mientras que el caso contrario (
El Padrino,
Testigo de cargo) es mucho más infrecuente. ¿Por qué? ¿Tan malos son los guionistas? Tengo mi teoría al respecto.
En el fondo, crear una versión cinematográfica de una novela viene a ser lo mismo que traducirla; no de una lengua a otra, sino del lenguaje literario al cinematográfico. O, como diría
Malraux, del «arte de la metáfora» al «arte de la elipsis». Por tanto, los problemas de adaptación de una obra literaria para el cine son asimilables a los de una traducción. Y no una traducción cualquiera, sino, debido a las peculiaridades del medio cinematográfico, una
constrained translation (véase al respecto el
artículo -PDF- de Roberto Mayoral, Dorothy Kelly y Natividad Gallardo
Concept of Constrained Translation. Non-Linguistic Perspectives of Translation).
En el blog
Screenhead (vía
Guerra Eterna) aparece una lista de novelas particularmente «infilmables». Excepto el Quijote (del que aún no existe una versión definitiva para la pantalla a causa de su gran extensión y sus numerosas tramas secundarias), se trata de obras maestras de la literatura del siglo XX:
Ulises,
Finnegans Wake,
Cien años de soledad,
El guardián entre el centeno,
En busca del tiempo perdido,
La conjura de los necios... Todas ellas se apartan de la estructura lineal a la que el arte cinematográfico parece ligado de forma inextricable a causa de sus limitaciones físicas. A mi modesto entender, la dificultad de adaptar/traducir novelas como estas se debe, sobre todo, a que el lenguaje visual aún no ha encontrado la manera de expresar de forma convincente las estructuras narrativas no lineales, aunque no deja de buscarla (ejemplos interesante son
Memento y las películas de
Alejandro González Iñárritu). Tal vez sólo sea cuestión de tiempo. Al fin y al cabo, la historia del lenguaje cinematográfico es aún muy breve:
el primer largometraje apenas tiene un siglo de antigüedad...
La fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo. (Jean-Luc Godard)
(
Nota: he decidido numerar las entradas a partir de esta, pero creo que es mejor no numerar las anteriores para que los enlaces no cambien. Gracias por su comprensión.)
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