El pasado día 16, la ICANN (el organismo semipúblico y teóricamente internacional encargado por el Gobierno de Estados Unidos de crear y asignar
dominios de Internet; más información en su
página oficial y en
Wikipedia) aprobó la creación del dominio de primer nivel (TLD, por sus siglas en inglés)
.cat, que estará disponible «para la comunidad lingüística y cultural catalana» antes de final de año (ampliación de la noticia
aquí y
aquí). Esta era una vieja aspiración de una buena parte de la comunidad catalanoparlante en Internet, que lleva desde 2000 solicitando un dominio propio: primero .ct, un tipo de TLD que hasta ahora sólo se ha concedido a estados independientes, y después .cat. Mi enhorabuena a la
asociación puntCAT, que ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a esta reivindicación.
Hay quien se ha ofendido y quien se lo ha tomado a broma:
Pero este puede ser el primer paso de una revolución que cambiará por completo la forma en que se organiza Internet. Si mi información es correcta, es la primera vez que la ICANN otorga un dominio de primer nivel siguiendo un criterio lingüístico o cultural; hasta ahora lo había hecho atendiendo a razones geográficas (todos los países independientes y algunos territorios de ultramar tienen su propio TLD, como .es o .uk), institucionales (.org, .int, .edu o .museum) o comerciales (.com, .biz o el polémico .xxx para las páginas de contenido pornográfico). La lista completa de dominios de Internet puede encontrarse
aquí.
Supongo que la creación de .cat se debe a un cambio de criterio dentro de la ICANN, que pretende que los internautas puedan hacerse una idea más exacta de los contenidos de una página a partir de su dominio. Si esto es así, supongo que muy pronto veremos TLD de todas las comunidades lingüísticas, pues los casos en que un dominio lingüístico coincide con las fronteras de un Estado son rarísimos (a bote pronto sólo se me ocurre Islandia... y no del todo, ya que casi todos los islandeses son bilingües, pues hablan inglés a la perfección). Así pues, pronto veremos dominios como .wel (o .cym, de
cymraeg) para el galés, .rom para el romanche (¿o quizás para el romaní?), .eus para el eusquera... También las lenguas internacionales tendrán sus propios dominios: .eng para el inglés, .deu para el alemán, .ara para el árabe... Detrás vendrán las incontables lenguas africanas, indias, amerindias y de Oceanía, y también los dialectos de idiomas mayores: .bru para el
brummie, .koe para el
Kölsch... y .leo (o .lle de
lleunés, o .lli de
llïonés) para el leonés, .che para el cheli, .mur para el murciano (perdón; se me olvidaba que
el murciano es una lengua)... y así
ad infinitum. Supongo que también se aceptará el TLD .his para las páginas en español. ¿Por qué no? Hace algún tiempo, la ICANN se negó a crear este dominio para la comunidad hispanohablante, pero ahora que ha cambiado de criterio no veo razón para que lo rechace. ¡Ah! No nos olvidemos de .esp para las páginas en esperanto (más de 66 millones, según
Google; no es una cantidad despreciable) y .mul para las webs con contenido multilingüe, que también tienen derecho a existir.
A vueltas con este asunto, se me ocurren varias preguntas impertinentes que no me resisto a formular:
- ¿Se crearán subdominios autonómicos dentro del dominio .es? Por ejemplo: .and.es para Andalucía, .cyl.es para Castilla y León, .nav.es para Navarra, etc.
- ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se empiece a utilizar políticamente (en el peor sentido del término) el dominio .cat y se tache de «malos catalanes» (o, al menos, de «poco catalanes») a aquellos particulares, instituciones o empresas catalanohablantes que no lo utilicen, aunque los contenidos de sus páginas no estén en catalán? (¡Ojo! No creo que esto parta de la respetable puntCAT, sino de políticos oportunistas y patrioteros. Y no doy nombres, porque de pequeño me enseñaron que está feo señalar).
-¿Cuánto tardará la Comunidad Valenciana en solicitar el dominio .val? ¿Y Baleares el dominio .bal? No creo que mucho.
Se admiten apuestas.
Cada país llama cultura a sus manías. (Andrés Rábago, «El Roto», en «El País», 23-X-2004)