Traducción: ¿El final de la industria del doblaje en España? | The end of the Spanish dubbing industry?
Bueno, seguramente la cosa no sea para tanto. Pero tratándose de la ministra de Cultura, de la que ya he hablado aquí otras veces y cuya última ocurrencia ha sido cargarse el Centro de Arte Reina Sofía (suscribo por completo la opinión que sobre este asunto ha expuesto José Luis de Vicente en Elástico), no es prudente tomarse sus amenazas a beneficio de inventario.
El pasado sábado día 23, Carmen Calvo acudió al festival de cine de San Sebastián -noticia en Terra Actualidad-EFE y El Mundo (€)-, donde anunció que el Gobierno aprobará el proyecto de una nueva Ley del Cine antes de fin de año. Aparte de explayarse sobre algunas cuestiones que solo interesan a aquellos involucrados en las mezquinas guerras internas de la industria cinematográfica española, dejó caer esta bomba:
En cuanto a la nueva Ley del Cine como tal, poco adelantó Carmen Calvo. No obstante, confirmó la voluntad de su ministerio de incluir en ella un apoyo explícito al cine en versión original, en detrimento del doblaje de películas. «Nosotros», señaló, «preferimos el subtítulo al doblaje en cualquier caso, porque el doblaje no es respetuoso con la propuesta creativa que las películas presentan, ni con los actores, ni con la voz, ni con el texto, ni con nada».
[Nótese el uso del plural mayestático, tan querido por nuestra Ministra.]
Parafraseando a Les Luthiers, ¿qué podemos agregar sobre la polémica doblaje-subtitulado que no se haya dicho ya... o que sí se haya dicho? Para empezar, que los puristas (entre los que habrá que contar a la Ministra) la plantean de forma maniquea: «doblaje malo, subtitulado bueno». Sin embargo, los subtítulos no son tan «respetuosos» como da a entender Carmen Calvo. Xosé Castro, que de esto sabe algo, los define en un interesantísimo artículo en La linterna del traductor como «tachaduras en la imagen». Mientras se leen, no se puede prestar atención al lenguaje corporal de los actores, ni a la composición, ni al vestuario, ni a la fotografía, ni a la iluminación, ni a los decorados... Además, las limitaciones de espacio obligan a desechar una buena parte del texto original: Castro calcula que «en función de la película y la abundancia del texto, la merma puede llegar a ser de hasta un 75 % de las palabras». Don Xosé aclara de inmediato que esto no tiene que suponer necesariamente una pérdida de sentido. Pero si alguien hubiera resumido las 1.200 páginas del Quijote en 300, jurase que había conservando el sentido del texto a la perfección y tratase de vendérnosla, ¿se la compraríamos? ¿Es eso «respetuoso con el texto»?
Es, pues, evidente que no existe un modo de mostrar películas a quien no conoce el idioma en que se rodaron que sea «respetuoso» al cien por cien con su «propuesta creativa» (¡qué cursilería, Dios mío!): si el doblaje no respeta los aspectos auditivos, el subtitulado no respeta los visuales.
De todas formas, por seguir el argumento (y que me perdonen mis amigas traductoras audiovisuales), podríamos aceptar que los subtítulos son menos «irrespetuosos» que el doblaje. De hecho, yo mismo prefiero ver las películas extranjeras en versión original subtitulada. Aún así, la propuesta del Ministerio de Carmen Calvo me parece un atropello. ¿Por qué? Porque la elección entre doblaje y subtitulado debe ser del espectador. Sí, es una lástima que haya tan pocas salas que proyecten películas en V.O.S., lo que me obliga a ir cada vez menos al cine y a ver más DVDs (¿se le ha ocurrido a alguien que esta podría ser un motivo tanto o más importante que la piratería por el que las salas de cine llevan varios años perdiendo espectadores?). A mi juicio, es una prueba irrebatible de que a la cultura cinematográfica le queda aún mucho camino por recorrer en España. Pero ese problema no se puede resolver imponiendo el subtitulado por decreto y subvencionándolo con mis impuestos. Porque la cultura no se impone desde arriba.
¿Y ustedes qué opinan?
(Por cierto, tal vez este artículo de The Hollywood Reporter les sirva de consuelo a los dobladores españoles: la industria italiana del doblaje, con tanta o más solera que la nuestra, tampoco atraviesa su mejor momento.)
Las películas no son planas, son esferas multifacéticas. (Akira Kurosawa)
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